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lunes, 18 de julio de 2016

Una ficción hasta el final



Una Ficción hasta el final

por: José Antonio Calvo Mathieu


Hay muchas teorías que explican la realidad, tantas como ideas, pero no tantas como personas; pero cuando te toca vivir una realidad distinta a la que todos ven, te preguntas seriamente ¿porque yo? ¿que hice para merecer esto? ¿me lo gane o es una penitencia?, sea cual sea la respuesta, esta fue una que obtuve curiosamente.

Al salir de mi última entrevista de trabajo el viernes 8 de julio, me di cuenta que no me iban a llamar, solo me quedaba dinero para el pasaje de regreso y para una empanada; decidi mejor comerme la empanada e irme a pie a casa. Durante el trayecto, la hegemonía de quienes trabajan y las caras largas de los rechazados era palpable. Tal así era el caso, que al momento de cruzar la calle se dividían entre los que van al éxito y los que tragan barro de derrota.

Luego de pasar por ese escenario tan deprimente en la Av. Gran Cañón, decidí mejor desviarme por una calle vertical a la avenida. Esta era angosta, solo era de un carril, los establecimientos no eran tiendas Gef, forever 21, nike, tenis, no nada de eso, eran de lo más cutre y básico que se podía encontrar por esa enorme ciudad. Sin embargo, cuando recorres un camino a veces te preguntas ¿lo recorres por decisión propia o algo te llevo a tomarlo? aunque esa pregunta me recorrió desde lo pies hasta la cabeza, la misma no me detuvo y mantuve mi paso firme hasta llegar a la última tienda de la calle, justo me encontré con algo que siempre cambia la perspectiva, unos lentes de sol Ray Ban usados. Estaban en el mostrador, con su estuche muy rimbombantes, creo que era el articulo mas valioso de la tienda por tal presentación, fuera de eso, me llamaron la atención ya que desde mi arribo a esta ciudad anduve buscando unos lentes Ray Ban Wayfarer negros, y no encontraba ninguno que me gustara. Así que en este instante si no existieron dudas de quien me guiaba, era yo el que decidió comprarlos, con tal, ya les tenía un uso ideal, no quería andar por la calle y que me vieran los ojos de derrotado.

Hable con el vendedor, me los dejo económicos porque un loco vino y se los vendio baratos, me parecio inverosímil esa historia ya que no cambió en nada el precio y menos me cautivo. Me los entregó en su estuche y me dio mi factura. Salí despedido de ese sitio, porque su olor no me dejó ganas de volver jamás. Por unos segundos me entretuve viendo el estuche, el cual tenía un papel adentro que no quise leer (pocos leen instrucciones y soy uno de ello) en eso llegue de nuevo a la avenida Gran Cañón. Se veía exactamente como hace 15 min, repleta de gente, por un lado aquellos que iban en ascenso y los que iban al barranco. Me tome la molestia de evitar observar lo triste de esa realidad y fui directo a los lentes y me los coloque; lo que sucedió a continuación no fue sino otra sorpresa tras sorpresa.

Mis ojos se quedaron más pasmados que el mismo corazon cuando se da cuenta de que su amada lo ha engañado. Las personas se me quedaron observando todos fijamente como si mi presencia estuviera hecha de un imán. Su trato hacia mi cambio inmediatamente, empezaron hasta a cortejarme mujeres, no podía creerlo y la verdad era incomodo. Mientras caminaba, todos se quedaban viendome como si Brad Pitt o Johnny Depp pasará junto a ellos, era confuso y embriagador. Ser el centro de atencion, despues de caminar por el filo del barranco de los rechazados era una sensación que desconocía, pero por todo ese tiempo que fui rechazado,

Poco a poco, en el que resonar de mis pasos se evidenciaba en la Avenida Gran Cañón, más personas empezaban a notar mi presencia. Peticiones de que trabajara con ellos, me tomara fotos con ellos, comiera con ellos, cenas en los penthouses, viajes en yates, paseos por las montañas, rumbas en las playas, un sin fin de invitaciones no paraban de llegar, así como tampoco paraba de dolerme la vista por usar los lentes. Toda esta atención hasta cierto punto me estaba agotando la cabeza. Lo único que no salía de mi cabeza era que si podía obtener toda estas alegorías, a lo mejor estaba a mi alcance el trabajo que tanto anhelaba. Todo hombre busca conseguir el trabajo que no lo haga sentir como un trabajador, sino como un pez en el agua. Esa sensacion de extasis por hacer, por hacer lo que apasiona la mente y el cuerpo. Tomar de esa panacea que cura todos los males contraídos por labores, por trabajos que le quitan el sentido a la vida. Justo eso deseaba.

Cuando ya me decidí, retome mis pasos en dirección  hacia el sitio en donde me habían rechazado para ser psicólogo, editor en jefe de la revista "PsyHistory", no obstante no me fue fácil tomar dicha decisión, primero la vista me mataba, los pies me dolían por caminar hacia adelante y atrás en la avenida, la fatiga por tratar con personas que no conoces ya me generaba angustia y por último, el temor de ser rechazado nuevamente para mi trabajo ideal. Todo eso unido me llevo a dudar de esa elección, sin embargo, al sopesar todo el peso generado por la reflexión, mi trote fue implacable. La brisa fría levantaba mi saco un poco, por ello tuve que cerrarlo. Por la vía, comenzó un leve chubasco. Estos dos factores unidos me indicaron algo. El ambiente para usar lente, se iba a acabar, y yo aún no había llegado al edificio de la entrevista. Me entro la desesperacion, asi de seguro se debió de sentir Freud, cuando buscaba la aceptación de su teoria psicosexual infantil, tan rechazada al principio. Seguí sin prestar mayor atención, aun con el dolor en la vista y los lentes empañados, mi trote no aflojo. Solo cuando llegue a saludar al portero del edificio pensé que lo habia logrado, estaba a salvo, ya solo necesitaba subir al 10mo piso con los lentes en su lugar y decidido a conseguir mi empleo a como diera lugar.

No obstante, en toda historia, sino existe una tragedia, pareciera que no fuera historia, y así fue la mía. Estando ya a punto de llegar al ascensor un joven exitoso que iba a almorzar, paso sin verme, pegado viendo no se que en su teléfono y chocó contra mi. Tal fue el choque, que mis lentes RayBan Wayfarer Negros, salieron despedidos de mis ojos, y vi la tragedia convertirse en realidad. No me había movido ni un centímetro desde que me coloque los lentes. No estaba ni cerca del edificio. Las personas no me miraban, nadie me invitaba, no era ni Brad Pitt, ni Johnny Depp, era solo otro de los rechazados que se apilaban vía al barranco. Confundido, decidí ver el papel dentro del estuche y lo escrito ahí le aclararía las dudas hasta el mismo René Descarte con su duda metodica.

Instrucciones al portador:

1.- Quien use estos lentes se alejara de lo que más le atormenta
2.- Mientras más se aleje, más doloroso será. Recordandole al portador, que el dolor aunque es una elección, se enfrentará a él todo su vida.
3.- Evite, si desea dejarselos puesto, el contacto brusco con otras personas. Esto puede ocasionar accidentes y los lentes se podrían desprender de sus ojos, como si la retina se desprendiera por un golpe contundente.
4.- Toda realidad que lo aleje del dolor, lo llevará a una utopía.
5.- Las utopías por ahora, son solo ficciones.
6.- Si desea vivir en una ficción, nunca se quite los lentes.

Nota: Pero las utopías le quitan algo valioso al hombre, su capacidad de elegir sobreponerse a las adversidades y moverse a buscar sus sueños. Así que, sea consciente al momento de usar estos lentes, que como todo en la vida, le traerá consecuencias.

He ahí mi tragedia, me entregue a una ficción, la cual se mantuvo hasta el final... hasta que la regla 3 se cumplió y se rompió el hechizo.


Hay realidades alternas que al parecer, merecen la pena vivirse, así sea por un instante. A través de la lectura o a través de la animación. Creo que los japoneses, han logrado unir muy bien ambos métodos.


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